Jordi Fortuny, autor de
13.000 crucigramas:
“Leer el diccionario de María
Moliner aún me apasiona”
Jordi Fortuny lleva 37 años haciendo el crucigrama de La Vanguardia. Lo firma con su apellido y, a diferencia de todas las otras firmas que pueblan el diario, la suya es del todo invisible.
Le gusta la oscuridad -es ave nocturna-, pero no estaría de más que alguna institución reconociera su gran aportación a la lengua española y a los cerebros de las personas que aceptan el reto de romperse la cabeza con sus definiciones crípticas.
Calculo que debe ser una de las personas con un mayor conocimiento de las palabras y sus significados. No es lingüista, ni lexicólogo, pero tampoco desentonaría en la Academia de la Lengua.
Colecciona diccionarios -tiene más de cien-, y ninguno valora más que el de María Moliner. “Leerlo es algo que todavía me apasiona 40 años después”, afirma con un deje de nostalgia y gula por los significados que en sus páginas aún aguardan a ser comidos.
Los crucigramistas como él, también como Màrius Serra, por ejemplo, son grandes pensadores. Pensar una definición es, muchas veces, pensar un mundo, verlo desde el otro lado, añadirle una dimensión desconocida.
Fortuny en un momento de la charla
Fortuny sale a pasear con sus palabras huérfanas de definición y muchas veces el paseo se alarga durante días antes de volver a casa y escribir. “Raras veces empiezo y acabo un crucigrama”, confiesa en un guiño a los sufridores de sus definiciones crípticas a los que también les cuesta completar el enrejado.
“Levanta su bandera en señal de libertad”, cuatro letras. “Pocos toleran la amargura de su soledad”, de nuevo solo cuatro letras.
Las palabras están siempre ahí. Lo dificil es encontrarlas. Por eso cuantas más logramos meter en el cesto que es nuestro cerebro más y mejor vemos el mundo. Los crucigramas de Fortuny amplían los horizontes de nuestra comprensión, y solo son un juego.
Consiste en encontrar 60 palabras a partir de las definiciones que nos propone Fortuny. No son definiciones de diccionario. Eso sería demasiado fácil. No persigue la erudición sino el pensar de manera ágil y original. Sus maestros son franceses y luego está Tísner, el gran crucigramista en catalán, el primero que utilizó definiciones crípticas.
Resolver enigmas, charadas y crucigramas nos hace sentir más listos que las personas que no lo consiguen. Es una satisfacción que ha colmado al hombre desde el inicio de la cultura. Tal vez por eso los crucigramas tienen una vida tan larga. Fortuny ha hecho cerca de 13.200, cifra que multiplicada por las aproximadamente 60 palabras de cada enrejado, supone 792.000 definiciones.
Algunas se repiten -autoplagios que son regalos a los lectores fieles- o son copias que él mismo atribuye a los grandes crucigramistas. Entre ellas, sin embargo, se extiende un mar, el mar de Fortuny, por el que navegan lectores ávidos por descubrir la libertad que puede haber en un taxi y la amargura de cualquier café solo.
Xavier Mas de Xaxàs, 03/12/2022