Luis Feduchi
“La depresión es el mal común
de nuestra sociedad”
De todos los médicos psiquiatras y psicoanalistas de España, Luis Feduchi (Madrid, 1932) es de los que más experiencia tiene en los problemas que afectan a los jóvenes. Fue pionero en colaborar con la justicia, hacer ver a los magistrados que los niños y adolescentes que delinquen necesitan un trato especial y, en muchas ocasiones, una ayuda psicológica que les haga entender porqué se portan mal.
La conversación en la barra del Giardinetto fue larga, tranquila y llena de titulares, ideas sencillas pero rotundas a las que sólo pueden llegar las mentes privilegiadas y los espíritus modestos que han tenido la suerte de vivir muchas experiencias.
Feduchi empezó siendo un emigrante. Después de estudiar en Madrid se fue a Barcelona porque sólo allí podía seguir los estudios de psicoanálisis que tanto le interesaban. Su nueva ciudad lo acogió con los brazos abiertos y así aprendió la diferencia entre la inclusión y la integración. Los inmigrantes no quieren integrarse, aunque anhelan incluirse en la sociedad que han elegido para dar un impulso a sus vidas. La diferencia es sustancial: la integración exige dejar atrás, en un segundo plano, normalmente en la esfera privada, la cultura propia. La inclusión, sin embargo, significa aportar esta cultura a la sociedad de acogida, que se enriquece con ella.
Luis Feduchi nos llevó luego al terreno de los jóvenes, a ponernos en su lugar, a superar con ellos los ritos de iniciación de nuestras sociedades, tan modernas y transversales que parece que no existan, pero que condicionan tanto el paso de la infancia a la vida adulta. La familia tiene aquí un papel a veces contradictorio: exige al niño que se porte como un hombre en casa pero lo protege como si todavía fuera un niño cuando sale de casa. “Qué alto está, ya es todo un hombre”, dicen los padres orgullosos. “No llegues tarde, no bebas, usa la cabeza”, le dicen cuando sale con los amigos.
Este y otros muchos desajustes, los miedos a lo desconocido y la sobreprotección, las dificultades para cumplir los sueños y realizarse en un entorno hostil, de salarios bajos y retroceso del estado de bienestar, de idolatrías egocéntricas, con un gran peso de la imagen en un entorno exhibicionista, hacen que el común denominador de nuestra sociedad sea la depresión. “La depresión –dice Luis- es el mal común. La gente está muy deprimida y esto provoca que nadie reaccione”.
El deprimido no actúa, se deja llevar, agravando su situación. Este fenómeno individual también se puede trasladar al colectivo social, y Luis ha visto en los últimos años como, poco a poco, los nubarrones se han ido haciendo negros sobre nuestras cabezas. Por eso ha acogido con entusiasmo las últimas movilizaciones, de las mujeres y los jubilados, por ejemplo, porque han sacudido a la sociedad. “Lo más bonito –comenta- es que cuando la gente finalmente sale a calle a reivindicar lo suyo se encuentra con otras personas a las que les pasa lo mismo y han tenido la misma idea. De repente, se produce la solidaridad, volvemos a estar conectados, seguimos adelante”.
La tolerancia es otro asunto que preocupa a Luis Feduchi. Opina que somos demasiado intolerantes pero muy transigentes y cree que deberíamos ser al revés, muy tolerantes al tiempo que muy estrictos para no transigir en, por ejemplo, asuntos esenciales como el salario de las mujeres o la caída de las pensiones.
La mejor prueba de la sabiduría de Luis Feduchi, que piensa con el dedo acariciando los cubitos de hielo de su whisky en vaso bajo, es su constante elogio de la duda. “Sin la duda no hay progreso”, dice mientras lamenta esta era de ideas inmutables. No hay progreso porque no hay diálogo, ni error que se pueda corregir.
Con Luis puedes hablar una noche entera. Creo que fue por eso por lo que se hizo íntimo amigo de Gabriel García Márquez. Hablaban de boleros y poesía sentados en el coche o paseando por la Rambla. Luis es de los que se aprende las poesías de memoria. Dice que si no te las sabes disfrutas menos de ellas. Pasa lo mismo con las canciones. Y al final de la entrevista nos regala un poema, el más breve de Juan Ramón Jiménez: “¡No le toques ya más, que así es la rosa!”
Xavier Mas De Xaxàs, 18/05/2018