Jordi Labanda
Pasan cosas locas y no nos damos cuenta
A Jordi Labanda se le alargan las manos y los brazos cuando habla sobre la barra de Il Giardinetto. Parece que vaya a fumarse un pitillo en una boquilla telescópica o atreverse con una pieza imposible de piano. El cuello, igual de elástico, aguanta una cabeza de cadencia formentereña. Sus personajes son más sofisticados pero no más etéreos.
Hace 20 años que publica una ilustración semanal en el Magazine de La Vanguardia, un dibujo que es glamour sobre guache. “Me gusta la sofisticación y la elegancia, y me gusta utilizar esta plataforma para ironizar y burlarme de la tontería que envuelve a la sociedad de consumo, a la estética y la moda (…), de la gente que se cree superior por tener un bolso más caro que el tuyo”.
Lo que más le gusta es dibujar y sus influencias son clásicas, las revistas francesas de moda que encontraba de pequeño por casa. Dibuja a mano, es decir, con pinceles sobre papel. Abraza la no tecnología. No le interesan los teléfonos inteligentes. El suyo es un Nokia de quince euros. Nunca ha enviado un whatsapp y se siente cómodo anclado en la prehistoria del sms. Admite que le tientan los iPhones i los iPads, pero teme el cambio radical que aportarían a su vida y su estilo.
El estilo lo es todo y la elegancia es interior y viene predeterminada al nacer. “Yo intento ser elegante espiritualmente”, dice en un momento de la entrevista, y yo me quedo con la duda de haber leído algo parecido en boca de uno de sus personajes.
Sostiene que “hemos llegado a un momento muy loco” en el que “pasan cosas todo el rato sin que la gente se dé cuenta”. Reniega de las redes sociales, a pesar de que las utiliza para propagar su creatividad. “Instagram es una farsa felicidad”, llena de gente que “programa sus vacaciones para que la foto salga bien”.
A ratos, Labanda trabaja por encargo, para compañías que necesitan sus ilustraciones. Otras veces trabaja para revistas, y esta alternancia le gusta. Tampoco le preocupa la presión. Es más, trabaja mejor bajo un “estrés creativo”.
El relax lo encuentra en Formentera, a ser posible fuera de temporada, para no ver como el turismo de masas abusa de una isla que descubrió hace tiempo. “Allí siento una conexión muy bonita con la naturaleza, algo muy telúrico. Dicho así queda un poco hippy pero es verdad, hay una vibración especial, la gente se siente allí más libre”.
Labanda sostiene que “todo el mundo debería buscar más tiempo libre para crecer como persona”. Él crece ahora como escritor. Escribe relatos cortos, relatos en lo que busca su yo más personal, un intimismo situado en las antípodas de lo que transpiran sus ilustraciones, a veces inquietantes pero siempre flotantes.
Xavier Mas De Xaxàs, 11/01/2019