John Talabot
“Ibiza ha perdido el sentido”
John Talabot es un músico, un DJ, un compositor de música electrónica. Actúa en clubs de todo el mundo, su vida está programada con un año de antelación y esta anticipación le produce una sensación extraña, a medio camino entre el desasosiego y la seguridad.
John Talabot no se llama John Talabot sino Oriol Riverola (Barcelona, 1982). John Talabot es el nombre de su colegio y también de su banda.
Está a punto de sacar un nuevo álbum y dice que le ha salido más pop de la cuenta pero que no ha podido hacer nada por revertirlo. Cosas de la edad.
A la barra del Giardinetto llega cansado. Aún no se ha recuperado de la sesión de la noche anterior en un club de Barcelona. Pide un Bloody Mary sin apio y habla con mucha calma, una tranquilidad que le hace levitar. Hablando con él, a veces cuesta imaginar que realmente está sentado en el taburete. Imagino que la música lo mantiene siempre en el aire.
Al fin y al cabo, como él mismo explica, vive en un mundo, el mundo de la música electrónica, que se aguanta sobre la abstracción, la introspección y la experimentación, un trípode adecuado para intentar el salto a dimensiones desconocidas. Claro que también hay momentos para la euforia y la exaltación. Todo depende de los BPM, los beats per minute, las pulsaciones que son la base de esta creatividad musical que hoy lo invade todo.
Talabot se refugia en los aviones y celebra las diez horas de un viaje transoceánico, desconectado, sin wifi ni cobertura, los ojos cerrados, los cascos puestos, la música llenando el vacío. Un alivio para alguien al que le cuesta relajarse o encontrar el estado de ánimo adecuado para leer un libro porque le es difícil concentrarse durante un rato largo. Y es curioso que lo diga porque luego es capaz de hilvanar sesiones de hasta ocho horas donde está obligado a tomar decisiones sin parar. A veces las toma improvisando, otras anticipando el ambiente de la sala, un ejercicio agotador, tanto para su físico como para su cabeza.
Le gustan las salas pequeñas, los clubs con carácter, los que han construido un ambiente adecuado, donde la calidad no se compromete.
No le gusta Ibiza. La Ibiza a la que antes iba a ver a los mejores DJs del mundo “hoy ha perdido el sentido”. Hay tantos festivales en tantas partes que no ve la necesidad de ir a una discoteca ibicenca en busca de una novedad musical, de una experiencia lúdica que ya no es la que era. Las pistas de baile en los clubs de Ibiza cada vez son más pequeñas porque aumenta el tamaño y el número de los espacios privados, donde es fácil gastarse más de 40.000 euros en una noche. “Ibiza se ha convertido en un reducto para gente muy rica” –dice- y los que pierden son los jóvenes sin mucho dinero, para los que gastarse cien euros en una entrada a una disco es un gran esfuerzo.
Los jóvenes son los grandes sacrificados de la música en vivo. Los machacó la crisis y luego los ha machacado la falta de clubs. Talabot lamenta que los políticos, los responsables municipales, en España, se plieguen siempre a las quejas de los vecinos y que, por muy bien insonorizada que esté una sala, ha de vivir con la espada de Damocles de un cierre justificado en aras del descanso vecinal. No entiende que no se puedan encontrar compromisos adecuados entre los que duermen y los que prefieren seguir despiertos. Gana la política y pierde la cultura.
La música electrónica define nuestra era. Debe ser una de nuestras más destacadas señas de identidad cultural, banda sonora de una sociedad con menos fronteras físicas o ideológicas, también más abstracta, curiosa y creativa, consciente del papel central de cada uno de nosotros, nuestras mentes imaginando lo imposible, midiendo los sueños en BPMs.
Xavier Mas De Xaxàs, 03/11/2017