Anna Puigjaner

“Quiero una casa que me cuide

cuando esté enferma”

Anna Puigjaner es arquitecta y sueña con un edificio que pueda cuidarla cuando esté enferma. Cree que la arquitectura va más allá de lo físico, que los edificios deben ayudar a las personas a vivir con más eficacia y que, en definitiva, son una herramienta de transformación social.

Parece claro que no podemos seguir como hasta ahora, cada uno con su lavadora, su impresora y su cocina. Puigjaner imagina casas sin cocina, con espacios comunes y servicios compartidos, un sistema arquitectónico que contribuya al bienestar social. Con esta propuesta el año pasado ganó el premio Wheelwright de la Universidad de Harvard, 100.000 dólares para que los gaste en viajes de investigación que han de llevarla a Rusia, Corea, India, Austria y Brasil

Puigjaner tiene un estudio en Barcelona, MAIO, donde desarrolla y aplica su visión de una nueva arquitectura. “La casa ideal –dice- es la que puede crecer y decrecer según mis necesidades, una casa que me ayude, que me cuide cuando estoy enferma”. Una casa con la misma filosofía de las que se crearon en el edificio Walden 7 de Sant Just Desvern, espacios elásticos y utópicos, la mitad de ellos para uso comunitario. Era 1975 y se planteaba un modelo de autogestión y colaboración que ahora parece más necesario que nunca.

Puigjaner cree en la vida compartida. Una casa sin cocina tiene más espacio para otros usos. La cocina puede ser comunitaria e incluir un cocinero. En casa podremos pasar con un pequeño frigorífico, un horno para calentar y poco más. La comunidad de encarga de mi alimentación. Si vivo solo y utilizo el comedor colectivo, mis relaciones sociales se enriquecen. Ahorro tiempo si no tengo que ir a comprar y cocinar. Puedo comer mejor si entre los inquilinos pactamos unos menús saludables.

La vida se colectiviza, las normas de convivencia ciudadana se reescriben ante la presión económica y la voluntad cada vez más extendida de decidir. Puigjaner considera que hay un exceso de normas. “Hay que desregularizar la ciudad”, dice y aprovechar el espacio liberado para llenarlo de corresponsabilidad. “Mi abuela –explica- barría la calle cada día, mi madre lo hacía de vez en cuando, yo llamo al Ayuntamiento si veo que ha barrido mal mi calle”.

Puigjaner reivindica la corresponsabilidad. Sostiene que “cuantas más normas, más tontos nos volvemos. Dejamos que nos lo hagan todo al tiempo que exigimos más al que presta el servicio”.

Harvard apuesta por su visión de la sociedad y la arquitectura. Parece claro que el futuro, al menos el más sensato, discurrirá por las sendas que ella ayuda a trazar.

Xavier Mas De Xaxàs, 12/05/2017