Sergi Pàmies
“Hemos sido unos pijos de la historia”
Sergi Pàmies (París, 1960) es un espejo de la sociedad contemporánea. Es imposible leer sus libros y no encontrar un personaje que se parezca a nosotros, un nosotros de ficción metido en una situación que nos resulta familiar. La ironía y el pesimismo mediterráneo traban su mundo inventado, historias que cobran vida a partir de una realidad íntima y secreta que se despliega en frases de una gran efectividad comunicativa: físicamente son cortas pero conceptualmente son muy largas y profundas. Con este estilo, su estilo de siempre, acaba de publicar su último libro de cuentos, “L’art de portar gavardina” (Quaderns Crema).
Así que la conversación en la barra del Giardinetto, que reproducimos en este video, arranca hablando de su última obra literaria, para más adelante saltar a la experiencia del exilio y el franquismo, su trabajo como columnista en “La Vanguardia” y la mala salud del periodismo.
“L’art de portar gavardina” está escrito con el mismo método y empeño que empleaban los pintores a la hora de hacerse un autorretrato. Es un proceso implacable y lento. Has de ser muy sincero contigo mismo, no maquillar lo que es obvio y resaltar aquello que has mantenido oculto.
Pàmies es un hijo del exilio y del franquismo que no está traumatizado por ello. Más marca le han dejado sus padres, las vidas públicas que llevaban, su madre Teresa Pàmies, en la literatura, y su padre Gregorio López Raimundo, en la política. Durante una época aquellos problemas geopolíticos y familiares le llevaron a fantasear con la idea de que su padre era Jorge Semprún.
De aquella experiencia, del recuerdo de la vida de entonces y su comparación con la vida actual, Pàmies extrae una idea cristalina: “Hemos sido los pijos de la historia”. A los nacidos treinta años después de la guerra civil española la vida les ha tratado bien. No han debido de afrontar las penurias de sus padres, han crecido en un entorno seguro y confortable.
Pàmies, oficialmente, no escribe ficción. Su ocupación preferente es envolver a la actualidad con el celofán de la literatura. Para eso le paga el editor de este periódico, para eso y para que escriba columnas de opinión sobre política, cultura y deportes, además de una crítica de televisión. Apoltronado en la butaca del opinador, reconoce que es un privilegiado y se define como “un somelier de la información”.
Admite que la información de verdad “está intervenida”. Los poderosos la tienen atrapada en sus garras y contra ellos se lanzan cada día periodistas intrépidos y temerarios bajo la bandera de la libertad de expresión. Pàmies admite esta heroicidad y se quita el sombrero ante el tesón de unos redactores condenados a perder casi siempre. Finalmente, reconoce que “yo aprendo mucho más de los periodistas que de los escritores”.
Los medios, prosigue Pàmies, se ven muchas veces arrastrados por la cultura del odio y del conflicto permanente que se ha asentado en la política y que contamina amplios sectores sociales. Asegura que “el odio es un ascensor social”, y pone el ejemplo de que “hoy, si eres un hijo deputa odioso encuentras más trabajo que antes en un medio de comunicación”.
Como un buen periodista, Pàmies entiende su oficio como un sacerdocio. Siempre está disponible, nunca desconecta. Le gusta escribir artículos, le divierte mucho más que escribir ficción.
A veces me he preguntado por el daño que los medios de comunicación pueden causar a la literatura catalana por absorber el talento de escritores como Pàmies, Monzó y Espinàs entre otros muchos. ¿Escribirían más literatura si no tuvieran tantas obligaciones periodísticas? Pàmies piensa que no y apura su agua de Vichy. Tiene prisa por llegar al cine, por ver una película de la que, seguramente, obtendrá material para una columna. En la vida de Pàmies, el placer apenas se distingue del trabajo.
Xavier Mas De Xaxàs, 23/11/2018