JOAN DE SAGARRA
“SOY DE OTRA ÉPOCA”
Joan de Sagarra es un Sagarra cuando baja la Rambla y cuando se sienta en el patio del Ateneu Barcelonès. También es un gato romano cuando cruza la plaza Navona pero, por encima de todo, cuando está en París, ya sea de forma física, espiritual o intelectual, es un niño, un gamin de Paris. Yves Montand pone la banda sonora a esta identidad imperecedera con una canción que habla, precisamente, de este gamin. "Un niño de París es un poema -dice-. En ningún país existe el mismo".
Sagarra se acomoda en la barra del Giardinetto pero no del todo. No se quita la gabardina y se deja el sombrero. Se sienta en el taburete pero deja su pierna mala colgando.
A Sagarra, cronista y rumbero de la vida barcelonesa, le cuesta seguir viviendo en una Barcelona que no reconoce. Le entristecen las persianas bajadas de comercios, bares y restaurantes, pero aún lamenta más que la ciudad haya dilapidado su capital cultural y su manera de ser, abierta y desenfadada.
Hoy le cuesta mucho más que ayer encontrar un kiosko que venda prensa internacional y una terraza donde sentirse personaje de una historia con vocación literaria. Cuando era pequeño y vivía en París, su padre lo llevaba a tomar el aperitivo al café de Flore. Giacometti le daba patatas fritas y él miraba con curiosidad infantil cómo se desenvolvían Simone de Beouvoir, Jean-Paul Sartre, Juliette Gréco, Boris Vian...
Estudio teatro en París y cuando regresó a Barcelona entró en el mundo de la prensa escribiendo crónicas teatrales. El Noticiero Universal, El Correo Catalán, Tele/Express, El País y La Vanguardia han sido sus periódicos.
Sagarra retiene dos "momentos magníficos" de Barcelona. El primero, a final de los años setenta, con el Lliure, el Grec, Els Joglars, Flotats y Els Comediants. El segundo, durante las olimpiadas de 1992.
Aquella Barcelona, de todas formas, no se pudo conservar y fue aplastada por dos corrientes de fondo, corrientes culturales, políticas y sociales que, según Sagarra, son responsables de que Catalunya tenga hoy un horizonte muy modesto. A una la llama patufetismo-leninismo y a la otra, cultureta.
Los patufets leninistas eran los intelectuales como Josep Maria Castellet, que jugaban a la revolución teórica sin pararse a pensar en las consecuencias prácticas de sus ideas.
La cultureta, por su parte, estaba en manos de los soberanistas, especialmente el clan político Pujol-Ferrusola. "Estos, los de la cultureta -dice Sagarra- todavía mandan".
A sus 83 años, Sagarra reconoce que "soy de otra época" y aspira a un retiro tranquilo, junto al mar. Le basta con tener cerca de casa una librería, un quiosco y un bar con terraza donde pueda tomarse un Jameson y jugar a las cartas o al dominó.
Xavier Mas de Xaxàs, 06/02/2021