Igor Urdampilleta
“Se puede hacer buena arquitectura
con poco dinero”
Como tantos otros estudiantes de arquitectura, Igor Urdampilleta y sus socios en el estudio Arquitectura-G, pensaban que iban a construir edificios grandes y emblemáticos, museos, auditorios y todo eso. La crisis del 2008, sin embargo, estalló justo cuando ellos, una vez licenciados, decidieron trabajar juntos. Se presentaron a muchos concursos y no ganaron ninguno. Cayeron, además, en la cuenta de que los proyectos premiados tenían poco o nada que ver con su idea de la arquitectura. Así que abandonaron los sueños de grandeza y se centraron en lo pequeño y próximo, empezando por encargos de familiares y amigos, la rehabilitación de un piso o de una casa de veraneo.
Adquirieron entonces una identidad que ya no han soltado. Mucha luz, mucho blanco, lucernarios, espejos y moquetas, espacios que necesitan pocos muebles, que invitan a tirarse por el suelo, soluciones prácticas que no cuestan mucho. “Se puede hacer buena arquitectura con poco dinero”, asegura Igor, la camisa desabrochada, la medalla de oro sobre el pecho lobo, el gintónic a medias.
Los proyectos le ilusionan al principio y al final. Le aburre un poco el proceso de ejecución. No lo tiene fácil. Cualquier proyecto necesita el visto bueno del Ayuntamiento –trabaja sobre todo en Barcelona-, del Colegio de Arquitectos y de los bomberos, tres entidades que no tienen una comunicación muy fluida. La seguridad, por ejemplo, que te avala un bombero no es suficiente para el funcionario municipal, el responsable de urbanismo de un distrito que ha de dar la luz verde a la reforma de un apartamento o una tienda.
La administración no es fácil para nadie. No conozco a quien se lo pase bien con la burocracia. Pero para un arquitecto que depende de un detalle técnico para sacar adelante su proyecto, imagino la tortura que debe ser cumplir con una normativa quisquillosa y sujeta a varias interpretaciones.
Del estrés de esta pugna cotidiana, Igor se cura subiéndose por la paredes, concretamente de un rocódromo. La escalada le libera y le relaja tanto como estirarse en el salón de su casa, con la tele puesta, libros al alrededor y una tableta conectada a la red wifi para que no haya un momento de contemplación o parsimonia, un descanso activo que estresaría a muchos como yo aunque a él le sienta de maravilla.
Xavier Mas De Xaxàs, 29/12/2017