Emiliano Monge
“La autoficción no es nada”
Emiliano Monge tiene las manos grandes y la boca caída. También los ojos tienden a caerse un poco. Es un hombre con una risa profunda pero con tendencia al pesimismo, y que ha optado por sufrir para comprender. Es un escritor valiente acostumbrado a tutear a los demonios, los propios y los ajenos. Sin ellos no podría construir su obra. Quizás este tuteo le salve del tormento, quizás la verdad aprendida con el dolor de la introspección sea un bálsamo. En todo caso, a la barra del Giardinetto ha llegado relajado, sonriente, con ganas de pasarlo bien. Su risa es amplia y profunda, casi como la de un tenor, y se contagia fácilmente.
Hablamos de su última novela No contar todo , una historia familiar, de su abuelo y su padre, la de él mismo, atrapados los tres en la violencia y el machismo, una historia que es una ruptura con el pasado y, en consecuencia, una liberación.
Monge escribe sobre las esencias de la experiencia humana en el un entorno rural y radical. Todo es inhóspito en torno al hombre que sobrevive. Los títulos de sus novelas son elocuentes: El cielo árido, Las tierras arrasadas, La superficie más honda .
Monge escribe desde la memoria de lo vivido y reniega de la autoficción. “La autoficción no es nada”, asegura con aspereza. La desprecia porque coloca al yo en el centro y daña a la literatura porque desfigura al narrador. Mientras la autobiografía utiliza el yo como pretexto para narrar una historia que trasciende el propio yo, la autoficción es puro narcisismo.
Monge vivió en Barcelona y ahora vive en Ciudad de México. Pensó en comprar una pistola para protegerse de la inseguridad. Su mujer lo disuadió a pesar de que su padre, residente ahora en Valencia, estaba dispuesto a prestarle una.
Monge se dejó llevar por la ansiedad que atenaza a México. “Una ansiedad por cambiar y no cambiar”, “por saber y no saber qué hacer”. El país se despedaza, consumido por la violencia que genera la corrupción, la pobreza y el narcotráfico. Su propuesta de paz pasa por legalizar el consumo y tráfico de drogas.
Los tiempos son malos para México pero son buenos para la cultura mexicana, hoy más internacional que nunca, quizás porque ha trascendido el localismo para convertirse en espejo de la condición humana.
Xavier Mas De Xaxàs, 06/12/2019