Óscar Tusquets
“Trece Benidorms liberarían
toda la costa española”
Óscar Tusquets se frota las manos. Las junta con los codos sobre la barra, con los dedos entrelazados, frente a su cara, para que sea lo primero que veamos de él. Luego pide un whisky sour y unas aceitunas.
Son manos de arquitecto, de pintor, escritor y diseñador, pero luego, cuando ha de tocar, tocar de verdad, utiliza mucho más lo ojos, unos ojos pequeños que se apoyan en unas gafas de pasta clásica.
Tusquets añora la juventud, la década de los 60, cuando era un veinteañero que “vivía cosas apasionantes”. Era amigo de los escritores del boom, Llosa, Márquez y Donoso, y también Ferrater y Gil de Biedma. Ya no conoce gente así, aunque admite que debe haberla. En todo caso, a este Peter Pan que se esfuerza por envejecer bien ya no le interesan los personajes capaces de convencerlo, “sino sólo aquellos que me sugieran”.
Con Tusquets no es fácil saber cuándo habla en serio y cuándo lo hace broma, cuándo el sarcasmo se impone a la ingenuidad. En todo caso, al confesar su admiración por Benidorm afirma que no miente. Lleva varios años estudiando la ciudad. Le ha dedicado una exposición de cuadros. Asegura que es una maravilla urbanística. Primero por las torres, que él llama agujas porque son muy altas y estrechas, segundo porque casi desde cualquier apartamento se puede ver el mar, tercero porque la playa, orientada al sur, es magnífica, cuarto porque la oferta fiestera a precios populares es muy amplia y quinto
“porque trece Benidorms liberarían toda la costa española”.
Si le gusta Benidorm no es tan extraño que sienta pasión por la Sagrada Familia. Torres altas y estrechas, luces de muchos colores, multitudes a todas horas. Gaudí, “el mejor arquitecto de la historia con Miguel Ángel”, ideó “el mejor edificio religioso de los últimos tres siglos”.
No fue hasta hace un par de años que Tusquets no se cayó del caballo. Había sido un crítico destacado del templo, pero un amigo le hizo ver la luz y se convirtió. “La arquitectura es luz y espacio” y en Gaudí la luz y el espacio “son deslumbrantes, geniales, únicos”.
Cuando pasa la Semana Santa en Andalucía también se convierte, pero tan pronto como se acaban las procesiones y regresa a Barcelona, pierde la fe. Con Gaudí, sin embargo, la entrega es absoluta. Algo parecido siente por Dalí, otro de sus personajes familiares. Lo conoció a fondo, colaboró con él, escribió sobre él y llegó a la conclusión de que el artista “se sentía en la obligación de divertir” a todo el mundo a todas horas. Un bufón, pero de altura.
La arquitectura ya no le gusta nada. De volver a empezar, el autor de la ampliación del Palau de la Música Catalana, no sería arquitecto. Cree que la profesión ha perdido el contacto con la gente. “Ya no hablamos con los albañiles, sino con los abogados y las compañías de seguros”.
Siempre que puede (y le dejan), Tusquets se apunta a una cena con mujeres. Le aburren las conversaciones de hombres –fútbol, chistes verdes, política y dinero- y se encandila con la sensibilidad femenina (o eso dice) para poder sentarse rodeado de mujeres a las que tocar con la mirada.
Xavier Mas De Xaxàs, 24/03/2017