Jorge Herralde
“El escritor es un animal frágil e infatuado”
Jorge Herralde habla a paso y tono sostenido, como un experimentado corredor de fondo. Han pasado 50 años desde que fundó la editorial Anagrama y algo ha demostrado al largo de este tiempo es constancia y compromiso. Ha publicado más de 4.000 títulos –“una salvajada”– y ha consolidado un catálogo referencial de la literatura contemporánea en español y también de la traducida, especialmente la francesa y anglosajona.
La contribución de Anagrama a la educación de la sociedad española es tan grande que estos días los medios de comunicación se han volcado con Herralde, al que entrevistan y analizan en profundidad, algo, por otra parte, que él mismo ha hecho en un libro de reflexiones autobiográficas.
Cultura/s ,el suplemento semanal de La Vanguardia, dedica este sábado una amplia cobertura a este editor que hace unas semanas se sentó con nosotros en la barra del Giardinettto para tomarse un whisky con Coca-Cola y hablar de los secretos de su oficio.
Anagrama arrancó con una agenda política debajo del brazo. Herralde publicaba a Mao y al Che, a los exponentes de la contra cultura que subvertía el orden burgués. La censura franquista le secuestró nueve títulos, pero él perseveraba porque tenía un hueco que la competencia le cedía. Tusquets, Barral y Lumen, estupendas editoriales, no publicaban libros políticos. Lo hacían otras editoriales, pequeñas e independientes, que sufrían un acoso parecido al de Anagrama.
Herralde recuerda con pasión el quinquenio 1965-1970, “unos años extraordinariamente vivos”, llenos de proyectos creativos, de arquitectura, fotografía, cine y literatura.
Cuando la muerte de Franco puso fin a la dictadura llegó lo que Herralde llama “el gran desencanto”. La energía revolucionaria acumulada durante el tardofranquismo se estrelló contra la normalización política que trajo la democracia. “La democracia -reconoce el editor- nos pareció totalmente insípida”. Las concesiones que las fuerzas democráticas hicieron a los restos de la dictadura fueron una traición para Herralde y muchos otros intelectuales que habían soñado con una justicia que no iba a llegar. “La efervescencia mágica se diluyó bastante”, asegura.
Los españoles, aún así, se amoldaron y se dedicaron a pasarlo bien. Perdieron interés por los libros políticos y las editoriales que sólo vivían de ellos lo pasaron muy mal. Herralde hubiera tenido que cerrar si no hubiera apostado por publicar novelas, “mi pasión desde el principio”.
La colección Panorama de Narrativas se consolidó con el éxito de ventas de Patricia Highsmith, autora hasta entonces de quiosco, y también con La conjura de los necios, la novela de John Kennedy Toole que Herralde compró por apenas mil dólares y que se ha convertido en una gallina de los huevos de oro, con más de 400.000 ejemplares vendidos.
El éxito comercial no apartó a Herralde de su pulso con el sistema. En la colección Contraeñas publicó autores de la literatura salvaje como Buckowski, Kerouac, Welsh, Sharpe y Burroughs, y en la colección La educación sentimental se adelantó cuarenta años a la eclosión del movimiento LGTB. Los Cuadernos Anagrama recogían, por su parte, gran parte del pensamiento europeo.
Poco a poco, con la constancia del fondista, Herralde fue construyendo su catálogo. Para ello buscaba a escritores buenos que se pudieran vender, un equilibrio entre la calidad literaria y la salida comercial que no era fácil de sostener. Haberlo conseguido con escritores como Vila-Matas, Marías y Pombo, Barnes, Ishiguro y McEwan o Michon, Modiano y Carrère, es el secreto de la supervivencia de Anagrama.
Herralde explica que “el editor publica para los lectores”. Es un principio sencillo pero no fácil de mantener. Las presiones para publicar autores amigos que no tienen calidad o la tentación de publicar una novela sin ambición literaria pero con un gran potencial comercial han estado ahí siempre.
A los autores los ha tratado cuando han estado en la editorial y ha dejado de hacerlo cuando se han ido. La complicidad se mantiene cuando hay una relación profesional por medio, pero es casi imposible llevarla más allá. “El autor -explica Herralde- es un animal frágil e infatuado”.
En la barra del Giardinetto, a la que considera reducto y refugio, el editor recuerda a Roberto Bolaño, la excepcionalidad de un escritor que triunfó como García Márquez y Vargas Llosa y que murió prematuramente “de forma absurda, por su cobardía a operarse”. También habla de Luis Goytisolo y su obra monumental Antagonía -“una de las novelas esenciales del siglo XX”-, así como del feminismo y la proliferación de autoras.
Herralde ha traspaso del control de Anagrama a la editorial Feltrinelli, el peso editorial lo lleva ahora Silvia Sesé y él dedica las noches y las madrugadas a leer y releer biografías en su casa de Sarrià.
“Llevo cincuenta años luchando por encima de mi peso”, resume sin nostalgia, con ganas de correr un poco más.
Xavier Mas De Xaxàs, 13/09/2019