Josep Maria Palet
No somos eternos
Josep Maria Palet estudia el paisaje de hace dos mil años y a través de él descifra la vida de nuestros antepasados, las personas que vivían donde nosotros lo hacemos hoy. Muchas veces no hay otra manera de aprender de ellos. No dejaron escritura, desaparecieron los utensilios que utilizaban y también se perdió el recuerdo de quienes interactuaron con ellos. Solo queda el paisaje y para Palet es suficiente.
Si alguna cosa enseña la arqueología, como dice Palet, es que “no somos eternos”. Ni siquiera nuestra civilización tiene garantizada la inmortalidad y es posible que algún día desaparezca, transformada en otra realidad, otra organización social, otra relación con el entorno. Dice que el hombre siempre aspira a la eternidad, incluso como pueblo y civilización, y nunca la consigue.
Cuando Palet mira 20 siglos atrás, ve las raíces griegas, romanas, mediterráneas y judeocristianas de nuestra civilización. Si somos lo que somos es por lo que pasó en la cuenca mediterránea entre el año mil antes de Cristo y el año mil después de Él.
Si las humanidades se venden mal, como reconoce Palet, la arqueología, aún más. Pocas cosas son más frustrantes que estar en un yacimiento y no entender nada. Las piedras no hablan, las ruinas no siempre son bonitas. Esta labor de interpretación y transmisión es esencial para generar la emoción que abrirá la puerta al conocimiento. Quienes mejor lo hacen, según Palet, son los británicos, los escandinavos y los franceses. En España, sin embargo, “vamos con cierto retraso”.
Otra desventaja, en las ciudades que integran restos del pasado, como Barcelona y Tarragona, es la preponderancia de los arquitectos. Ellos y no los arqueólogos acaban decidiendo intervenciones que, en ocasiones, son muy agresivas sobre los restos, como ha sucedido ahora con el teatro romano de Tarragona, donde el arquitecto ha levantado una grada de hierro donde estaba la original.
Palet habla con pasión de su trabajo y reivindica las cosas que, aparentemente, no sirven para nada pero aportan un enorme placer, como la cultura, o una semilla de vid encontrada en un pozo de la Barcelona romana. A partir de ella, un paleobotánico puede reconstruir la viticultura de la época y tender un puente entre el vino de hoy y el de ayer.
Cuando no excava, Josep Maria Palet baila swing. Asegura que Barcelona es una de las grandes capitales mundiales de este baile que tiene casi cien años.
Xavier Mas De Xaxàs, 01/06/2018