Alfonso Vilallonga
“La política se ha convertido en
un espectáculo pornográfico”
Alfonso Vilallonga es mucho más que un músico, un compositor de bandas sonoras de cine, un cantautor e intérprete de cabaret, él es un barón algo rampante, vividor convencido de que “la vida es una chorrada tremenda”. También es mi primo sexto, con lo que en aras de la independencia periodística debería inhibirme de este texto, algo que, sin embargo, no puedo hacer porque no tengo sustituto. La entrevista, además, fue nutritiva y divertida, y me apetece explicarla un poco.
Vilallonga empezó hablando de sus últimas vacaciones productivas y acabó evocando los inicios de su carrera como pianista en el Ritz Carlton de Boston. Tocar de fondo mientras los clientes beben, comen y conversan sin prestar atención a la música es un ejercicio que forma en la humildad. Y a él, que iba para Julio Iglesias, le fue muy bien.
Antes de irse a estudiar a la escuela Berklee de Boston y descubrir allí la cultura musical de la mano de Mauricio Villavecchia, formó un dúo con su hermana Cristina. Alfonso y Cristina vendieron unos 30.000 discos. Fueron muchos pero no tantos como los que había previsto el productor. El dúo se deshizo y a él le ofrecieron una carrera a lo Julio Iglesias. Aquel proyecto, sin embargo, y para suerte de Alfonso, se truncó. “Ahora me alegro de que no triunfara a la primera –dice- porque me hubiera convertido en un imbécil”.
Desde entonces ha publicado muchos discos y compuesto bandas sonoras para varios directores. Ganó un Goya con Blancanieves, la película de Pablo Berger, y ha colaborado mucho con Isabel Coixet, para quien ha compuesto su último trabajo, la música de la película La Librería.
Alfonso es un clásico. Escribe a lápiz y papel, bebe cerveza y dry martinis, es noble, monárquico y cabaretero, un transgresor con buenos modales que se ríe de casi todo, empezando por “el sistema”, una política que “se ha convertido en un espectáculo pornográfico total”.
Si Barcelona o Madrid tuvieran los cabarets de Berlín, Vilallonga sería uno de sus máximos exponentes, protagonista de espectáculos de alto voltaje político y artístico. El cabaret es “comunicación humana, distancia corta”, un formato que tarde o temprano reaparecerá también en España porque en esta vida “todo vuelve” porque “todo son modas y chorradas”. Mientras esperamos ese momento, Alfonso no tiene inconveniente en reconocer que “todo se ha vuelto un poco más aburrido”. Incluso “la nostalgia ya no es lo que era”.
La monarquía le gusta porque es poética y a todo el mundo, en algún momento de su vida, le gustaría ser rey. Un rey como símbolo del poder, con toda su pompa teatral, “un absurdo como cualquier otro”. Los reyes de Alfonso, sin embargo, deberían ser algo republicanos porque esto de que hereden el cargo “es una chorrada”.
Hacía tiempo que Poldo y yo no nos reíamos tanto con una entrevista.
Xavier Mas De Xaxàs, 12/10/2018