Victoria Cirlot, la erótica de la historia:
“El gran invento de la Edad Media es el amor”
La literatura europea arranca, en gran medida, con las leyendas artúricas. Ellas contienen los mitos y leyendas que han pervivido hasta hoy. Cervantes lo hubiera tenido muy difícil con su Quijote si cinco siglos antes Chrétien de Troyes no hubiera escrito sobre Lancelot, Perceval y el mito del Santo Grial.
Aquellos caballeros se lanzaban a la aventura sin saber a dónde iban. Se metían en el bosque cuando no lo hacía ningún sensato. Seguían el rastro del Grial y perseguían el amor en una búsqueda incesante del sentido de la vida.
"El gran invento de la Edad Media es el amor", afirma Victoria Cirlot recordando al enano de la carreta que pone a Lancelot en el brete de renunciar a su caballo para ir al encuentro de Ginebra. La razón le recomienda no hacerlo, pero el corazón puede más y Lancelot deja su caballo para subirse a la carreta del enano que promete llevarlo hasta su amada.
Victoria Cirlot ha dedicado gran parte de su vida a estudiar estas historias y su proyección hasta el presente. Es una de las principales autoridades en literatura medieval, conocimiento que luego cruza con otras disciplinas, sobre todo el arte contemporáneo, para demostrarnos, por ejemplo, como la abstracción ya estaba presente en las visiones de Juliana de Norwich, una mística del siglo XIV, así como en algunas mandorlas que se dibujaban no para contener a los personajes sagrados sino a una idealizada herida de Cristo.
La herida que abre la lanza de Longines en el costado de Cristo crucificado se representa en muchos libros medievales con un minimalismo que permite una interpretación polisémica. Esa almendra puede ser mucho más que una herida sangrante. Puede interpretarse como un ojo, una boca y una vagina.
Esoterismo, espacio interior y erotismo se entrelazan en la búsqueda de Dios, que también es la búsqueda de una identidad. Cirlot tiene muy claro que "el erotismo está dentro de lo sagrado", aunque luego la Iglesia lo expulsa.
Los márgenes entre lo visible y lo invisible, entre lo oculto y lo revelado, interesan a Cirlot.
En ellos se mueven algunas de las mujeres más relevantes de la Edad Media. Hildegarda de Bingen, una abadesa del siglo XII consejera del Papa, así como de reyes y príncipes, desarrolla, desde la modestia, todo el potencial creativo de la mujer. "De haber vivido hoy -afirma Cirlot- sería una artista". Así de rico y amplio fue su conocimiento y su sensibilidad.
Cirlot cree que es imposible interpretar el presente de manera adecuada sin recuperar el pasado. Para ello es necesario ir a las fuentes de la literatura y el pensamiento, y muchas están en la Edad Media, mal que les pese a los renacentistas. Sólo así podremos poner texto a las imágenes que nos rodean. "Estamos cargados de imágenes, pero no tenemos textos", afirma Cirlot, aunque sus libros contribuyan a subsanar este desequilibrio.