Fernando Amat
Yo era un buscador de productos
El director de la desaparecida tienda Vinçon en Barcelona habla de sus nuevas aficiones, la carpintería y el golf, el deporte “más difícil”
Fernando Amat ha sido un “botiger”, uno de los más importantes de Cataluña y España. Vinçon, la tienda del paseo de Gracia de Barcelona que dirigió durante décadas, fue una universidad y un museo, permitió a muchas personas desarrollar un criterio sobre los objetos que tenían en casa: debían ser bonitos pero también funcionales, duraderos y, a ser posible, también placenteros.
“Yo era un buscador de productos”, reconoce sentado en la barra del Giardinetto, saboreando un Campari con hielo, su bebida favorita. Sin más formación que la experiencia laboral, Amat se maravilló cuando la gente compraba los productos que él había adquirido sin ninguna preocupación especial, “como alguien que va a comprarse una camisa”.
Vinçon y Amat nacieron el mismo año: 1941. Su padre era socio de los fundadores, Hugo Vinçon y Enrique Levy. A los 14 años, Fernando empezó a trabajar en la tienda y ahí siguió hasta su cierre en el 2015.
Vinçon empezó siendo una tienda de regalos, de porcelanas y cristalerías, objetos que no gustaban demasiado a Amat. Así que cuando se hizo con las riendas del negocio (1967), cambió de registro y empezó a vender cosas que a él le gustaban. La tienda adquirió entonces una atmósfera relajada y cosmopolita, abierta a Europa, sensible con el arte, deseosa de que los clientes tuvieran una buena experiencia. Los perros eran bienvenidos y en una amplia sala que había sido el taller del pintor Ramon Casas –antiguo inquilino de la planta principal- abrió un espacio para exposiciones.
Vinçon, que llegó a tener 3.000 metros cuadrados, no sobrevivió a la crisis del 2008. El público dejó de comprar y Amat decidió cerrar.
Hoy se dedica a la carpintería. Confiesa que las herramientas le pueden. Ha comprado un cepillo por internet que es capaz de cortar con precisión milimétrica los listones que luego lija con cariño. Las motos también “le perdían” porque eran “unas herramientas fascinantes”.
Esta reflexión le lleva a la conclusión de que le gustan los deportes de pijos, deportes, además, que se practican en solitario: las motos, el esquí y el golf. “No lo probéis nunca. No comencéis”, recomienda a los incautos. “Es lo más difícil que hay y, además, es un vicio”. Lo que más le molesta del golf –a parte de tener que meter “una mierda de bolita en un agujero”- es que es un deporte donde se socializa mucho. Esto de jugar con dos o tres personas más no le gusta nada. Prefiere jugar solo y para no coincidir con nadie aprovecha la hora de comer. Parece que en su club, a esa hora, los socios están en el restaurante.
Xavier Mas De Xaxàs, 20/04/2018